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Veracruz.- La paciencia se agotó en las alturas de Nogales, Xoxocotla, Soledad Atzompa y Acultzingo, donde este jueves los pobladores decidieron cerrar la carretera federal 150 Orizaba–Tehuacán, a la altura de El Campanario, cansados de viajar por un tramo que más parece campo minado que camino público. Con autobuses, camionetas, cuerdas y lonas, los inconformes bloquearon ambos sentidos de la vía, paralizando el tránsito y dejando kilómetros de autos varados bajo el sol y la resignación.
El motivo del hartazgo no es nuevo: la carretera Ciudad Mendoza–Ojo Zarco lleva años pidiendo a gritos una reconstrucción total, pero solo ha recibido parches que duran menos que una promesa de campaña. El deterioro se aceleró cuando el tramo se convirtió en ruta alterna obligada tras el derrumbe de El Mirador, y el desfile interminable de camiones pesados terminó por fracturar el pavimento. Hoy, los baches son cráteres, el asfalto parece ruina arqueológica y conducir ahí equivale a jugar a la ruleta con el destino. Las lluvias, cómplices del desastre, ocultan los huecos bajo el agua, haciendo del trayecto un espectáculo de volantazos, golpes y maldiciones.
Como en toda buena historia mexicana, la reacción oficial llegó cuando la carretera ya estaba cerrada y las redes llenas de videos. Protección Civil y la Secretaría de Seguridad Pública desplegaron su maquinaria habitual: operativos, conos y comunicados. La SIOP, con su tono de siempre, anunció que evalúa los daños —una evaluación que, por lo visto, lleva años— y que pronto se elaborará un “proyecto técnico”. Mientras tanto, los manifestantes dicen que no se moverán hasta ver máquinas trabajando, no discursos rodando. El gobierno pide paciencia, pero los baches ya no caben en la espera. En la sierra, los caminos se hunden… y la fe ciudadana también.